Junot Díaz: “Existimos en un estado constante de traducción. El tema es que no nos gusta.”
Entrevista por Karen Cresci
[Las frases en cursiva ya estaban en castellano, mientras que el resto fue traducido del inglés por la entrevistadora.–Los editores]
Una tarde soleada de noviembre me encontré con Junot Díaz en Washington Square Park, Nueva York. Mientras esperaba a Junot me preguntaba “¿Lo saludo en inglés? ¿lo saludo en español?” Decidí esperar a que él emitiera la primera palabra. Al llegar me saludó con un abrazo cálido y un “¡Hola!” (“Ah, español”, pensé). Empezamos a conversar sobre la vida en Nueva York y sobre New York University, donde se estaba desempeñando como Profesor de Escritura Creativa, y su visita a la Feria del Libro de Buenos Aires en el 2010. Decidimos ir a un café cercano y apenas empecé a hacerle preguntas sobre su literatura apareció el “Junot escritor” y comenzó a hablar en inglés.
El lenguaje de Díaz, que nació en la República Dominicana en 1968 y emigró a New Jersey, Estados Unidos, en su niñez, es tan híbrido como muchos de sus personajes. Con su novela The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (La maravillosa vida breve de Óscar Wao) Díaz forjó un lugar propio y ha sido aclamado tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica. Es uno de los únicos dos escritores latinos que recibieron el prestigioso premio Pulitzer de ficción y, en mayo del 2010, Díaz se convirtió en el primer latino elegido para conformar el jurado del premio Pulitzer.
Díaz sólo hablaba su lengua materna cuando se mudó a Estados Unidos, pero durante su adolescencia pasó muchos años sin leer en español y se reconectó con el idioma de adulto. Sostiene que “retomar una lengua es como retomar una relación amorosa: requiere mucho más coraje que comenzar con una nueva”. Entonces, mi primera pregunta fue:
¿Cómo funcionó la colaboración con la traducción al español de Eduardo Lago de tu colección de cuentos Drown?
Eduardo fue increíblemente sensible sobre el hecho de que si estamos hablando de un mercado latino, tú tienes que hacer una traducción neutral, que no puede ser muy español, no puede ser muy mejicano. Eduardo quería realizar una traducción muy neutral porque hay un mercado, pero—imagínate, me tenía al lado—también quería capturar los ritmos caribeños, dominicanos. Había esa tensión. Tienes que mantener the water level, pero también tú quieres calentar la vaina un poquito.
Con la novela [The Brief Wondrous Life of Oscar Wao] era diferente. El narrador de la novela es tan fuerte que no valía la pena tratar de neutralizarlo, porque el muchacho es tan agresivo. Eso nos dio más espacio, más libertad.
A Eduardo le interesan mucho los U.S. latinos. Tú nomás tienes que ver lo que él ha hecho ahí en el Instituto Cervantes, todo esos programas para U.S. latinos, por primera vez. Estamos hablando de un hombre que tenía esa sensibilidad, esa filosofía. Yo creo que eso tiene que ver mucho con su trabajo como traductor, especialmente en ese libro. No es sólo tratar de mantener sonidos, mantener la estética, ese hablar del narrador. Había una orientación “U.S. Latino” que fue muy importante. Hay una flexibilidad con su castellano que no siempre está presente en nosotros que venimos de países donde imaginamos que nuestro idioma es completamente inmutable.
También tenemos que entender que en Estados Unidos tenemos un español profundamente afectado por los españoles de los otros. Que un dominicano puede usar palabras, mejicanas, palabras cubanas, palabras boricuas. Fue muy importante tener esa flexibilidad. Fue muy útil que Eduardo estuviera muy al tanto de la idea de que entre los latinos de Estados Unidos va a haber múltiples registros de español.
Creo que una de las herencias más terribles de la experiencia colonial para los latinos ha sido nuestra fragmentación. No consideramos los españoles de los otros más que como peculiaridades idiosincráticas locales que son maravillosas para hacer chistes, pero no los vemos como fuentes de conocimiento y experiencias. Las vemos como significantes de esencias culturales, partes de un código o cálculo moral, como una suerte de métrica moral. Porque la manera en la que hablas representa la “argentinidad”, que es una posición moral, en lugar de pensar que es un corpus de conocimiento enormemente rico, un corpus de historias, corpus de experiencia, y dentro de cada una de ellos, una enorme cantidad de aparato político. A los que trabajamos con las lenguas nos rompe el corazón entender esto y buscamos el modo de luchar en contra.
Hace casi veinte años que se publicó Drown y todavía hay gente que me dice: “Escucha, usaste una palabra puertorriqueña aquí. Esa palabra no es dominicana y, por lo tanto no eres dominicano”.
¿Cuál es el rol del inglés en las traducciones de tus libros? Si uno compara la traducción de Achy Obejas de The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (La maravillosa vida breve de Óscar Wao) y la traducción de Eduardo Lago de Drown (Negocios), hay mucho más inglés en la traducción de Achy Obejas.
Sin dudas hablamos de este tema. A veces nos lleva un tiempo descubrir qué carajo hicimos. En Drown pude hacer cosas que no entendía. Luego uno empieza a entenderlo y se vuelve más fácil crear un patrón para la traducción. Para el momento cuando llegó Oscar Wao, era mucho más consciente de mi juego con el cambio de código, con el bilingüismo, pero también con, como yo lo llamo, la antigua tensión somática entre el español y el inglés. Las dos lenguas se han sentido amenazadas una por la otra por mucho tiempo.
El eje de lo que llamamos lo “moderno” giró en torno al eclipse de España y el surgimiento de Inglaterra. Las dos lenguas se rodearon. Por mucho tiempo, los ingleses se iban a dormir y tenían pesadillas con los españoles. Los españoles se iban a la cama y tenían pesadillas sobre los ingleses. Esta competencia tan antigua se desarrolla en el Nuevo Mundo de formas muy interesantes y novedosas.
¿Entonces creés que descubrir un patrón de lo que estabas haciendo te dio más confianza para alentar a Achy Obejas a incluir más inglés en su traducción? ¿O fue decisión de ella?
Fue una decisión de ambos. Achy le dio un vistazo y supo que era importante mantener el cambio de código, la presencia de ambas lenguas, el bilingüismo, o, mejor dicho, la “simultaneidad lingüística”. Yo también lo entendía claramente. Cuando llegó el momento de traducir el libro supe que iba a hacer en Oscar Wao aquello que no pude hacer en el primer libro [Drown] porque no tenía la perspicacia, la capacidad y tampoco la facilidad para hacerlo.
Es decir, ¿este patrón no estaba tan claro cuando se publicó Drown?
Creo que no estaba claro en mi cabeza. Mi posición de inmigrante, tanto en español como en inglés -soy un inmigrante tanto en inglés como en español-, significa que no confío ni me siento seguro en ninguna de las dos lenguas.
¿Eso hace que te sientas más seguro para jugar y experimentar con ellos?
No lo sé… ¿Qué te parece? Cuando te sientes incómodo con algo, ¿sientes que puedes jugar con eso? Uno no debería ser demasiado determinista sobre este tema. Cuando no te sientes cómodo con algo, es mucho más probable que seas poco original.
Lo que fue muy interesante sobre la traducción del libro fue que hubo ciertos traductores en diversos países que me hostigaron mucho más que los traductores al español. La traductora al francés [Laurence Viallet], por ejemplo, que ganó un premio importante por su traducción [el premio Maurice-Edgar Coindreau]. Esta mujer me acosaba día y noche porque decidió fingir que no sabía una palabra de inglés. Fue fascinante. Decidió fingir que era una extraña a ambas lenguas, de modo que preguntaba incluso sobre lo que parecía más evidente. Esto la ayudó a captar matices de significado. Acertó al nivel de la onda milimétrica. En los rayos X hay algo que se llama onda milimétrica que permite sacar una radiografía en puntos extremadamente finos. Esta traductora llevó a su comprensión a ese nivel. Y esto la ayudó con su traducción. Sabía dónde podía jugar y dónde podía ir.
¿Y los traductores a otros idiomas?
No recuerdo quién fue… una de las traductoras de alguna lengua de Europa del Este. Esa mujer fue tan obsesiva que creó 40 páginas de preguntas que finalmente usaron todos los demás. Me volvió loco. ¡Por cada cinco páginas de la novela había cinco páginas de preguntas! Al final, fue un buen modelo para los demás.
El traductor al japonés, en lugar de preguntarme a mí, usó ese cuestionario y formó un equipo que lo asistió.
Cuando fui a Japón conocí a este equipo de juegos de rol de ciencia ficción. Estos muchachos sabían todo sobre juegos de rol de mesa y por eso pudieron asistir al traductor sobre las alusiones más esotéricas que no les importaron a ninguno de los traductores europeos o latinoamericanos. Cuando encontraban palabras en idioma “nerd”, las salteaban. Fue muy interesante. Descubrieron mejor que nadie que el verdadero significado de la novela estaba en lo “nerd”. Proveyeron a los lectores con notas de todas las alusiones. Encontraron casi todas. El muchacho a cargo estaba convocando abiertamente a miles de personas involucradas en los juegos de roles. Publicaba alusiones que nadie en el mundo conocía. Hice un chiste sobre un mapa de un juego de rol que sólo tiene mil copias. ¡Estos hijos de puta lo encontraron! Eso fue muy gratificante.
A eso me refiero, somos principiantes. Del modo que consideramos que nuestras idiosincrasias demóticas que son expresiones idiomáticas pueden prescindirse, que podemos encontrar equivalencias y así despojar el texto su historia, su política… Estos muchachos buscaron entenderlo a todos los niveles, incluso el de los juegos de roles, porque hay una enorme carga política en las alusiones a los juegos de roles en la novela.
¿Y eso se menosprecia por el estatus del género de la ciencia ficción?
Sin dudas. Los juegos de roles son a los rankings de narrativa lo que el cambio de código es al español. Es increíble cómo se puede tener deferencia por algunas cosas y eliminar otras. Incluso las personas que fueron sensibles a un grupo de registros fueron completamente desdeñosas de otros.
¿Te gusta trabajar con los traductores?
Existimos en un estado constante de traducción. El tema es que no nos gusta. No nos gusta que nos recuerden que somos traductores de experiencias. Los traductores nos recuerdan cuál es nuestra relación con el lenguaje y a algunos eso les incomoda. No me molesta o abruma relacionarme con lo único que hago naturalmente, es decir, traducir. Como no tengo un idioma natural, no me incomoda que la gente me lo recuerde. No digo que sea una virtud, o algo que haya cultivado, sólo es un accidente, producto de quien soy.
En una entrevista con Marcy Schwartz en 1999 dijiste que “ser leído fuera de Estados Unidos no cambia que mis lectores principales estén cerca de casa. No estoy atravesado por el internacionalismo”. ¿Esto cambió después de Oscar Wao?
Creo que estaba hablando sobre la especificidad de la audiencia. Es decir, para mí lo que hace que una obra se eleve a lo universal, lo que hace que una obra cruce fronteras, es mantenerse enfocado obsesivamente en una audiencia estratégica. Al dirigirse a una audiencia extremadamente local y limitada, uno se vuelve universal porque lo universal surge de lo particular. Mi audiencia, si bien es limitada, es diaspórica. Es un pequeño grupo de ambos lados de la línea divisoria que llamamos inmigración en Santo Domingo y Estados Unidos.
Lo que he aprendido es que nuestros proyectos geográficos nacionales para las lenguas son raramente más que simplificaciones vacuas. Creo que no tengo una mayor comprensión del funcionamiento de la inmensa ola del lenguaje que la comprensión que puede tener un muchacho que surfea muy bien y que dice conocer profundamente las fuerzas oceánicas. A medida que pasa el tiempo y paso más tiempo trabajando con el lenguaje, me vuelvo más consciente de lo poco que entiendo las fuerzas poderosas que han permitido al inglés y al español esparcirse por el mundo, prosperar y crear nuevas estructuras, que es lo que permite la simultaneidad lingüística que tanto me entusiasma.
¿Qué sentís cuando te catalogan como “latino”?
Para mí, los nombres son preguntas para las que nunca hay respuestas. Si pensamos que estos nombres son respuestas, claramente nunca vamos a estar satisfechos con ellas.
Los nombres son al mismo tiempo locales y colectivos. No es suficiente si quieres llamarte “reina”. Si nadie más te llama así, ¿qué validez tiene tu nombre? Creo que siempre hay una respuesta individual y una interacción colectiva.
No tengo ningún problema en ser latino, siempre y cuando el término no elimine el hecho de que también soy dominicano y miembro de la diáspora africana y de New Jersey. Podemos usar estos nombres estratégicamente, sentimentalmente, políticamente, colectivamente, y no veo ningún problema con esto.
Por supuesto que el nombre “Hispanic” es estúpido porque no sirve ningún propósito real, es feo. Me ofende incluso a nivel estético. ¡“Hispanic” sólo le puede sonar bien a alguien a quien no le guste bailar!
Porque somos marginales y subalternos, nos ofendemos por generalidades; algo que la gente en el poder nunca hace. ¿Americanos? ¡No existe tal cosa! Están tan increíblemente fragmentados, pero como hay tanto privilegio en esa ficción, la gente no tiene ningún problema con el término. Nosotros, en cambio, nos ofendemos por la ficción. A veces pienso que es porque nos demandaría estar a la altura de las circunstancias como colectividad. Secretamente tenemos miedo de identificarnos como una colectividad. Tenemos demasiado del subalterno en nosotros. Creo que hay una dialéctica innecesaria entre auto-identificación e identificación colectiva. Se parece al estatus del “nativo” como condición nerviosa que describe [Franz] Fanon.
Cuando se terminaron las preguntas, Junot volvió a hablar en español: “No terminaste tu café”. Junot, un latino que no teme identificarse con su colectividad, ha hecho mucho por contar la historia de su gente mediante su literatura. Su cuento “Monstro,” una distopía que ocurre en la isla de La Española, fue recientemente publicado en la edición especial de ciencia ficción de The New Yorker (Mayo 2012). Este cuento es el punto de partida de su próxima novela homónima cuya fecha de publicación aún no ha sido determinada. Su último libro, la colección de cuentos This Is How You Lose Her [Así es cómo la pierdes], salió a la venta en Estados Unidos el 11 de septiembre.
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Imagen: Nina Subin
Próximamente: una reseña de This Is How You Lose Her escrita por Carmen Machado.
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