Marina Mariasch
¿DE QUÉ MANERA SE SEMBRARÁ EL TERROR EN EL FUTURO?
Vamos a toda velocidad.
El comienzo es increíble. La mitad
es increíble. Dejaste
de fumar. Hicimos las cosas
que hacen las personas
bajo influencia
de talismanes. Volviste
a fumar. Decís
que no estás en contra mío
ni de los que están en mi contra.
No puedo amar a alguien
a quien no le conozco los miedos.
Pero vos no pensás
en el futuro, hacés
como que no existe, configurás
la idea de un presente continuo
como que el pasado no existe. ¿O
somos nuestro pasado? Le tenés
miedo, querés que nada
se haya ido a la tumba
de lo que ya pasó, estuvo acá y lo enterramos.
Pero se fueron
cosas tuyas y mías
algo de la felicidad del raso rosa que uso.
Cuando nos quedamos dormidos
sueño con gente que descontrola,
una azafata que se tira del avión en vuelo
y termina peleando en Camboya.
A la madrugada me despierto
y odiándote pienso en tu sueño espeso
ahí donde el hombre es más animal
sin ser capaz de hacer de su respiración
una música entre marx y dios,
jabalí, sin el amuleto
de las palabras que hacen
magia y sé que mi enemistad
te fortalece. Odiás mi espíritu
crítico, aunque no considerás el odio
pasión sino una categoría. Es que odio
ser neutral. Me gustaría
que hubiera algo que no te guste
que no todo fuera pintoresco.
Algo ideológico o religioso, moral
o directamente físico. Lo alegre
que querés tapa las partes
tristes. Y qué pasa
con el policial, o el deporte
de la conquista que jugás cuando
salís con tus amigos en el estado
ese de la promesa constante
y juegan a la play y toman
merca. Te pasaste
a un lado gris que aplasta
la idea de lo nuevo, la cosa heroica
del jazz y del ir y venir
de las mujeres. Una bola
de ternura. La nostalgia
por la idea de red, por el
sistema de necesidades; la nostalgia
por la épica de una época
es la nostalgia por esa época.
A los actores famosos
que te decís parecer
o decís que dijeron te encontraron
parecidos les daría gracia saberlo
como a mí, esa pena empática
que me acerca a las personas
porque levanta el velo y deja al viento
su debilidad, cómo me gusta
ese ataquecito
al corazón cuando entrás
que no me mata. Cuando dormimos
algo permanece alerta con fines
puramente estéticos. Tipo los cactus
que no necesitan más que un visto
bueno de clase para ser bellos. Si no
son aridez, dolor, infierno. Un insomnio
igual al sexo con amor y un poco
de resentimiento que nos damos
cuando nos vemos con la intención
de formar un solo cuero. Querés saltar
por encima de la sombra
que hace nuestro amor en la
alfombra, querés pasar
al caminito de tierra que en tus estados
hipnoides tienta, pero Freud pasó
de moda y es consciente que manejes
una agenda paralela. Cuando pedimos
más siempre es más
femeneidad. Cuando terminamos
te ponés los ojos chinos, de inmigrante.
Yo no quiero ser titular de la cuenta,
quiero una extensión, un responsable
de mis deudas, mi economía es débil,
sólo como suena Andorra la vieja.
Nadie quiere a una persona con una gran
tragedia en su oficina.
Qué rápido mandás mensajes
de texto parecés adolescente.
Yo estoy cada vez más lejos
de la arquitectura y la experiencia
de ser novia. Vimos casas nuevas
haciéndonos la película
americana de lo que podría pasar
entre esas cuatro paredes,
pero hay un tráfico
ilegal antinosotros.
Una vez me dijiste que no servía
para las cosas chiquitas. Anoche me enteré
que alguien se va a morir.
Se lo conté a alguien por teléfono,
le dije Hay que vivir la vida.
Pero¿qué es vivir la vida?
La muerte es lo más atractivo
que hay, un polo que imanta
sexo y comida.
Estuve toda la tarde diciendo
soy así soy asá
o yo soy muy así también, un vuelo
solista, capaz incapaz
de sostener el pacto.
No creo en la gente que dice
soy muy esto muy lo otro.
Las palabras son tótem
porque les tengo miedo.
Caen sobre el cielo de mi inconsciente
como estrellas fugaces trayendo augurios
de suerte o de mala suerte,
galopan el caballo loco
del pensamiento.
A eso le tengo miedo yo. Si tu miedo
es al futuro, ¿cuál va ser tu miedo
cuando el futuro llegue?
* *
Imagen: Vera Rosemberg
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