Daniela Lima

Nahuel Vecino -  sobre papel 27,5 x 20,5 cm

traducción de Lucas Mertehikian

Diario de Viena

Un muchacho carga un balde con agua. El peso parece reducido por la creencia de que el árbol seco reviviría si fuese mojado todos los días. El fin de la historia es menos importante que la imagen de la persistencia –y de la fe. No consigo imaginar mayor estupidez que la de tener fe, especialmente frente a los hechos consumados. El árbol está muerto. Tengo la sensación de que la muerte se apropia de todo, como si recuperara algo que siempre fue suyo.

No es posible detener los procesos que se instalan en el organismo después de la muerte. El cuerpo deja de ser cuerpo después de la muerte. La muerte toma los espacios más profundos y más íntimos. Es la oscuridad completa, el silencio, el cuerpo que continúa sin seguir, después de la muerte. Me da pudor hablar sobre todos los proceso que envuelven al cuerpo después de la muerte. Siento que no debemos conocerlos –o cuestionarlos. Alcanza con repetir que, en este momento, ya estamos muriendo.

El amor es la única vía de reconciliación con la muerte. Abrir el cuerpo, dejarse tocar con devoción y entereza. L’ amour fou es siempre recíproco y único. Un rostro que persiste. Un cuerpo familiar y desconocido. Cada contacto es un contacto nuevo; un paso atrás en el proceso de reconocimiento. La primera vez, la primera vez de nuevo. No encontraré este cuerpo aquí, en esta ciudad, pero es aquí donde debo buscarlo. Pero es aquí donde debo, insistentemente, buscarlo.

Viena, 14 de noviembre de 2012.

 

Consideraciones sobre el hombre común

El hombre común construye un conjunto de valores bien definidos. Podríamos resumirlos de la siguiente manera:

Funciona: es bueno. No funciona: es malo.

El hombre común divide a los seres humanos entre funcionales y disfuncionales. Esas dos categorías no pueden mezclarse jamás. El hombre común cree que los fuertes deben proteger a los débiles. Y lo sabe: la naturaleza es pragmática para la eliminación de los débiles.

El hombre común ve y acepta las cosas como son. El hombre común no admite que las cosas podrían ser de otra manera.

Las cosas que son tienen valor. Las cosas que podrían ser no tienen valor.

El hombre común no tiene sentido de posibilidad. El hombre común es el hombre de lo posible. No sueña, no pretende cambiar nada ni a nadie. Y no pretende, sobre todo, cambiar él mismo.

El hombre común cree que el pragmatismo y la claridad son cualidades indispensables.

El hombre común considera cualquier tipo de idealismo sinónimo de locura. Y la locura, sinónimo de debilidad. El hombre común se conmueve con historias de héroes cotidianos que son capaces de pagar las cuentas, criar hijos y hacer un viaje internacional por año.

El hombre común abomina de los actos heroicos. Los actos heroicos no son actos de héroes, sino de seres de mentalidad débil que no tienen sentido de realidad.

El hombre común no tiene tiempo para la melancolía y quiere que lo dejen en paz. Paz es sinónimo de estar solamente en el presente y sumergido en su rutina de trabajo.

Nada le falta al hombre común. Todo le sobra al hombre común.

 

Fábula para rehacer personas

Cuando leyó el segundo párrafo, ya estaba delante del bosque. Árboles alineados, rectos.  Borrador de un dibujo antiguo. En el centro del dibujo, un punto hacia el cual las cosas y las personas eran atraídas. Precipicios.

El bosque es impenetrable, como todo lo desconocido. En el centro de la cara, los ojos. Un bosque de plomo, desamparo, todo es tragado.

Cuando estaba delante de él, era como si recuperara algo que siempre fue suyo. El sol abriendo el bosque: hoja, fruto, árbol, bicho, todo era luz. Todo siempre fue. Y sería de nuevo. No había cómo escapar de aquellas mañanas; luz que invade, expone. Los puntos, los ojos como precipicios. En el centro del dibujo, el rostro suave, como si no resistiera un toque delicado. Inocente de todo.

Sentado delante del bosque, el hombre más triste del mundo no estaba triste. El hombre más triste del mundo soñaba.

Nahuel Vecino - Long Champs (serie) II- temple al huevo sobre papel - 35 x 45 cm- 2013

* *

Arte: Nahuel Vecino “sobre papel”, “Long Champ” (2013), cortesía de miau miau 

 

Diário de Viena

Um garotinho carrega um balde d’água. O peso parece reduzido pela crença de que a árvore seca reviveria, se fosse molhada todos os dias. O fim da história é menos importante do que a imagem de persistência – e de fé. Não consigo imaginar maior estupidez do que ter fé, especialmente contra fatos consumados. A árvore está morta. A sensação que tenho é de que a morte se apropria de tudo, como se tomasse de volta algo que sempre foi dela.

Não é possível parar os processos que se instalam no organismo, após a morte. O corpo deixa de ser corpo, após a morte. A morte toma os espaços mais profundos e mais íntimos. É a escuridão completa, o silêncio, o corpo que continua sem prosseguir, após a morte. Tenho pudor de falar sobre todos os processos que envolvem o corpo, após a morte. Sinto que não devemos conhecê-los – ou questioná-los. Basta repetir que, neste momento, já estamos morrendo.

O amor é a única via de reconciliação com a morte. Abrir o corpo, se deixar tocar com devoção e inteireza. L’amour fou é sempre recíproco e único. Um rosto que persiste. Um corpo familiar e desconhecido. Cada toque é um novo toque; um passo atrás no processo de reconhecimento. Primeira vez, primeira vez de novo.

Não encontrarei este corpo aqui, nesta cidade, mas é aqui que devo procurá-lo. Mas é aqui que devo insistentemente procurá-lo.

Viena, 14 de novembro de 2012.

 

Considerações sobre o homem comum

O homem comum construiu um conjunto de valores bem definidos. Poderíamos resumi-los da seguinte maneira:

Funciona: é bom. Não funciona: é mau.

O homem comum divide os seres humanos entre funcionais e disfuncionais. Essas duas categorias não podem jamais se misturar. O homem comum acredita que os fortes devem se proteger dos fracos. E sabe: a natureza é pragmática na eliminação dos fracos.

O homem comum vê e aceita as coisas como elas são. O homem comum não admite que as coisas poderiam ser de outra maneira.

As coisas que são têm valor. As coisas que poderiam ser não têm valor.

O homem comum não tem senso de possibilidade. O homem comum é o homem do possível. Não sonha, não pretende modificar nada, nem ninguém. E não pretende, sobretudo, se modificar.

O homem comum acredita que pragmatismo e clareza são qualidades indispensáveis.

O homem comum considera qualquer tipo de idealismo sinônimo de loucura. E loucura, sinônimo de fraqueza. O homem comum se comove com histórias de heróis do cotidiano que são capazes de pagar contas, criar filhos e fazer uma viagem internacional por ano.

O homem comum abomina atos heroicos. Atos heroicos não são atos de heróis, mas de seres de mentalidade débil que não têm senso de realidade.

O homem comum não tem tempo para melancolia e quer ser deixado em paz. Paz é sinônimo de estar unicamente no presente e imerso em sua rotina de trabalho.

Nada falta ao homem comum. Tudo sobra ao homem comum.

 

Fábula para refazer pessoas

Quando leu o segundo parágrafo, já estava diante da floresta. Árvores alinhadas, retas. Rascunho de um desenho antigo. No centro do desenho, um ponto para o qual as coisas e as pessoas eram atraídas. Precipícios.

A floresta é impenetrável, como tudo que é desconhecido.  No centro da face, os olhos. Floresta de chumbo, desamparo, tudo é tragado.

Quando estava diante dela, era como se tomasse de volta algo que sempre foi seu. O sol abrindo a floresta: folha, fruto, árvore, bicho, tudo era luz. Tudo sempre foi. E seria de novo.

Não havia como escapar daquelas manhãs; luz que invade, expõe. Os pontos, os olhos como precipícios. No centro do desenho, o rosto suave, como se não resistisse a um leve toque. Inocente de tudo.

Sentado diante da floresta o homem mais triste do mundo não estava triste. O homem mais triste do mundo sonhava.

daniela-limaDaniela Lima estudió Física, Periodismo y actualmente prepara un proyecto de maestría en Filosofia en la Universidade Federal do Rio. Es la editora del sello carioca Caixa Preta, que publica libros de colaboraciones de artistas y escritores, y trabaja en el Instituto Moreira Salles. Su primera novela, Anatomia, apareció en 2012. Está escribiendo la biografia de la escritora Maura Lopes Cançado, la primera mujer a pilotear un avión en Brasil, en los años 1940. Vive en Rio de Janeiro.
LeoneLeah Leone Leah Leone es Profesora Asociada de Translation and Interpreting Studies en la University of Wisconsin-Milwaukee. Lamenta haber terminado de leer la última novela de Dan Vyleta, The Crooked Maid, porque no quería que terminara. Actualmente se encuentra devastada emocionalmente por la fantástica traducción experimental de Chantal Wright sobre el libro de Yoko Tawada, Portrait of a Tongue.


Publicado el 20 de noviembre de 2013 en Poesía, Tongue Ties.



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