La Red como novela
Sobre Piezas secretas contra el mundo (Periférica 2014) de Carlos Labbé
Samuel Rutter
Una entrevista reciente en el diario El País identifica a Carlos Labbé (Santiago de Chile, 1977) como uno de los escritores que lidera una generación que vuelve a interesarse por la relación compleja entre literatura de vanguardia y compromiso político. Publicada en marzo por Editorial Periférica, la última novela de Labbé, Piezas secretas contra el mundo, sigue este hilo planteando una declaración ambiciosa de principios para un nuevo entendimiento de la novela en el siglo veintiuno.
Los aficionados a la creciente y desafiante obra de Labbé, que empezó con la novela hipertextual Pentagonal, reconocerán en esta última algunos de los tropos que el autor sigue tratando. Hay una naturaleza particularmente textual en los mundos que crea Labbé, donde los actos de leer y escribir forman parte esencial del tejido de la realidad en la cual existen sus protagonistas. El impulso cada vez más político de la prosa del autor se manifiesta en esta novela a través de sus temas ecológicos, que vienen a incluir el estado de las culturas indígenas en Chile. La prosa de Labbé, llena de registros y géneros sorprendentemente yuxtapuestos, iguala su forma al contenido para construir una narrativa abarcadora y coherente.
Editada como novela del estilo “elige tu propia aventura,” es el lector y no el autor quien construye activamente la narrativa de Piezas secretas. Aquí hay obvias afinidades con Rayuela de Cortázar, que este año cumple 50 años; pero, mientras Cortázar entregó un mapa al lector y dejó la estructura lúdica de su novela fuera de la narrativa, la obra de Labbé empieza con un prólogo enigmático que involucra de inmediato al lector e integra las instrucciones metaficcionales dentro de la historia, a menudo ofreciendo varias opciones de movimiento dentro de sus páginas. De este modo, la experiencia de leer Piezas secretas es disruptiva y seductora a la vez – mientras uno avanza y retrocede constantemente por sus páginas, en un momento dado es imposible saber exactamente cuán profundo dentro de la narrativa se encuentra. Pensar en la mecánica de la prosa de Labbé es como sacar el gabinete de una computadora de escritorio y verla funcionar – hay un incesante ronroneo de actividad, con lucecitas que parpadean en la oscuridad y una masa de cables y enchufes que apuntan a todas direcciones y, al igual que la memoria virtual de una computadora, Labbé logra proporcionar más espacio narrativo a su novela de lo que parece posible en un libro de 220 páginas.
En Piezas secretas, el lector se enfrenta a una trama multifacética que parece infinita en sus variaciones. Por nombrar solo algunas, hay un informe escrito por el autor pluriforme 1.323.326, un videojuego diseñado por una amante despechada y la descomposición gradual de miles de salmones provenientes de las desastrosas granjas artificiales en el sur de Chile. También hay referencias al Poema de Chile de Gabriela Mistral, las predilecciones literarias de Alonso de Quijano, Gregor Samsa y Emma Bovary, como así también un reclamo frustrado de compensación colonial al rey de España emitido por un autor hipotético llamado Carlos Labbé, que puede o no vivir en el estado de Nueva Jersey. La escenificación geográfica de la novela es igual de diversa. Mientras que mucha de la acción transcurre en un pueblo del sur de Chile con el insinuante nombre de Albur – que el lector puede elegir destruir en un incendio literario, tal como la Santa María de Onetti –, el centro de Santiago y la biblioteca de una universidad en Bergen, Noruega, también podrían cumplir un rol prominente, dependiendo de la voluntad del lector.
El logro de la novela de Labbé, con todas sus peculiaridades, es que combina forma y contenido de una manera tal que el texto se sostiene a sí mismo como narrativa mientras abre un diálogo sobre lo que la novela puede llegar a significar en la era digital: si su obra primaria Pentagonal es una novela publicada en Internet, Piezas secretas es más bien Internet publicado como novela. El texto es conectado a una realidad hipervinculada donde hay una relación simbiótica entre lector y escritor, consumidor y productor. La pregunta por el punto de encuentro entre literatura, política y ecología en el siglo XXI está en el centro de esta novela cuya estructura propone una posible repuesta: en muchos lugares a la vez, solo a unos cuantos clics de distancia.
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Image: “Blinded” de Love Lundell. Selección de Marisa Espínola de Espacio en Blanco. (Más)
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