Omnia Caro Tenebrarum
Pola Oloixarac
The living and the dead at his command,
Were coupled, face to face, and hand in hand
Virgil, The Aeneid, VIII 483-88
En cuevas de rocas como éstas, Cicerón reporta (Aristóteles constata) la metafísica oscura de los piratas etruscos. Sus dominios se extendían por el Mar Tirreno a los bajos de la Gallia Cisalpina hasta Alalia y el Latium, antes de la coalición de Cartago; comenta Herodoto que sus barcos blandían enormes arañas de oro o pulpos gigantes como emblemas. Ataban los barcos en formaciones rocosas de alumbre, resquicios de fondo marino elevado a la superficie de los hombres; bajaban con sus sogas a las grutas devenidas tumbas.
(Estas grutas no son ajenas a la atracción por los seres humanos. No son indiferentes a lo orgánico. Es la voz de la tundra, recubrir a los seres de sus excrecencias, sin distinguir proveniencia alguna. La cueva imita los insectos que se adentran en expediciones íntimas, en formaciones de cristal que parasitan.)
Comandados por su rey Mezentius, los piratas etruscos extendían las sogas y disponían al condenado vivo vis-à-vis el cuerpo de un muerto. Se los ataba de modo tal que brazos, piernas y ojos coincidieran en todo detalle, las bocas rozándose; la muerte del cadáver se inoculaba al vivo a través de un proceso misterioso que fascinaba a los etruscos porque en él veían la transmutación explosiva de la paleta cromática, los enrojecimientos y amarillos perseguidos por tonos negros, la red venosa dibujándose; una mancha verde en el abdomen, que se expandía en hinchazones, los pactos de lo duro y lo blando deshaciéndose, el negro vencedor devorándolo todo.
La tiniebla se acelera sobre el cuerpo del vivo, a quien los etruscos no dejan de alimentar para no interferir con las fases sagradas de la comunión pictórica entre vivos y muertos. Eventualmente, los gusanos precursores se abren paso uniendo ambos cuerpos a través de la zona abdominal, preñada de seres diminutos; cuando el negro pinta ambos cuerpos, dejan de llevarle comida.
Pioneros experimentales de la vanitas, los etruscos meditaban sobre la naturaleza terrenal a través de sus obras. En sus Confesiones, San Agustín se despega del horror que entumece las plumas de los cronistas previos y comenta filosóficamente que es la naturaleza del humano estar atado a un cuerpo que se pudre. Teóricos y agentes de la imagen-movimiento inexorable, el mapa de los etruscos se funde hasta desaparecer en el mapa de Roma.
Till chok’d with stench, in loath’d embraces tied,
The ling’ring wretches pin’d away and died.
Es probable que el sufrimiento moral y estético fuera el verdaderamente intolerable –que la metafísica implacable del método los matara de horror. Las instalaciones de vanitas etruscas en las cuevas no descartan esta posibilidad: el vivo enfrentado a su espejo, observando de cerca su nuevo rostro como habitante del ultramundo. Adoradores de la simetría en las gemas (su gusto por pulpos y arañas, seres donde la simetría cabalga entre dos mundos, el de la forma radial de los organismos inferiores y la bilateral hacia la que tendió el humano), los etruscos sembraban estos monstruos bifurcos en la piel interior de la gruta. Creaban seres nuevos con ocho extremidades, y poblaban la cueva.
Virgilio comenta su novedad (tormenti genus); la técnica elidía las pasiones bajas del torturador y traía la innovación de la muerte por contagio, horizontal, contigua. El ἀγών (la lucha humana, trivial) se transforma en “agonía”: la contienda entre dos se introyecta a uno solo, el condenado devorado por la muerte que le viene desde adentro, que tiene delante y enfrenta.
Estoicas, las rocas de la cueva observan impasibles la decoloración de las fases de las nuevas criaturas, las declinaciones de la vida alumbrándose y descomponiéndose. Los filósofos de la Stoa, que soñaron con imitar la roca, habían aceptado que el saber implicaba desterrar los éxtasis del ἀγών y volverse una forma de la prosa –el lugar del hombre en la frase del mundo. La muerte por la muerte misma –sin la mediación de un verdugo.
La cueva, la soga y un espectador vigilante, el que trae el alimento.
Quid memorem infandas caedes, quid facta tyranni effera?
Di capiti ipsius generique reservent!
Mortua quin etiam iungebat corpora vivis
componens manibusque manus atque oribus ora,
tormenti genus, et sanie taboque fluentis
complexu in misero longa sic morte necabat.
Publi Vergili Maronis, Aeneidos
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Stoa. Luciana Rondolini-Diana Drake en miau miau. Bulnes 2705. Hasta el 27 de agosto.
Agradecimientos: Esteban Bieda, Gabriel Catrén y las artistas.
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