Feria de libros [lviv]
Traducción del ucraniano por Rostyslav Shkirko
— Aquí no se pueden sacar fotografías * — me responde en tono severo un viejito con una clásica gorra soviética con visera, sandalias de cuero sintético, camisa suelta y pantalones largamente sin lavar.
— Lástima — suspiro y una vez más echo una mirada al surtido de artículos que tiene desplegados en el pavimento sobre un paño de cuero sintético: en el centro unas fotocopias de mala calidad de la versión reducida del Mein Kampf, al lado y de la misma calidad un estudio acerca de los movimientos de liberación ucranianos en los años veinte del siglo pasado, y todo esto sobre el fondo abundante de un surtido de pines, fotografías, cinturones e insignias del Movimiento de Pioneros, del Komsomol y de la Segunda Guerra Mundial, símbolos de la era soviética.
En las mesillas y paños al piso vecinos la selección no es menos llamativa y diversa. Vinilos de cantantes soviéticos e italianos, cucharas y tenedores de aluminio, libros de cocina polaca y rusa editados durante los últimos cien años, publicaciones ilustradas y en blanco y negro acerca de todo, revistas glamorosas de todo el mundo relativamente nuevas y antiguas, un ábaco de madera, y por encima de este último una cuerda tensada en la que el viento sacude un papelito con la inscripción: “¡Cuidado! Se llevan a cabo investigaciones arqueológicas”.
En el medio del paso y en forma deliberada, se exhibe una bolsa con ruedas, de las que los jubilados usan para llevar productos del supermercado. Sobre la bolsa hay un aviso acerca de la posibilidad de adquirir una Guía Turística de Lviv, edición polaca de 1920. Compro uno de los ejemplares, son todos la misma fotocopia de mala calidad a precios exorbitantes. Pero el contenido de la guía lo vale, además de las detalladas descripciones de viejas calles y edificios, incluye mapas, algo invaluable en una ciudad donde los nombres de las calles cambian casi todos los años. Estudios para piano de Chopin, una biografía de Rossini junto a las memorias del mariscal soviético de la Segunda Guerra Mundial Zhukov, policiales polacos de los años setenta en su idioma original y novelas de Sienkiewicz traducidas al ruso, un álbum con reproducciones de Surikov y raras ediciones del reprimido y a la vez nominado al premio Nobel poeta ucraniano Vasyl Stus, una publicación biográfica rusa de Las hijas de Marx y la historia cosaca de Ucrania, una maleta sobre la que se extienden mapas en polaco de las montañas Bieszczady y una guía en ruso de Cracovia, sombrillas decoloradas con publicidades de la cerveza Lvivske y debajo de ellas ediciones de Henry Miller junto a novelas policiales de Darya Dontsova y Agatha Christie. Y por encima de todo esto, la enorme figura de piedra de Iván Fedorov, quien en el siglo XVI publicó el primer libro ucraniano. Atravesando los libros, suben por las escaleras novias en largos vestidos blancos para ser fotografiadas frente el monumento, mientras los vendedores están sentados en sus sillas plegables, leyendo variados escritos. Uno, por ejemplo, lee un libro con una sucia cubierta de cuero sintético verde sin especificar autor y con el sombrío título Alcoholismo.
Acaso, si en alguna parte del moderno Lviv, cubierto por la sarna soviética y demasiado endulzado para los turistas, se conservó aún un auténtico multiculturalismo, es precisamente aquí, donde diccionarios alemano-polacos de la era de los Habsburgo se venden junto a los escritos del dirigente del primer gobierno de Ucrania y destacado historiador Mykhailo Hrushevskyi, revistas Mujer soviética, folletos históricos de la ultraderecha y de la ultraizquierda, recopilaciones grafomaníacas de escritores soviéticos y literatura ucraniana prohibida durante los tiempos soviéticos, publicada por la diáspora y traída en su momento de contrabando a Lviv. Y aunque el presente surtido de ese colapso de libros esté mucho más orientado a los turistas que a los bibliófilos, como solía ser, es solo el momento inevitable de adecuación al espíritu de la época.
Detrás de Fedorov está la entrada a los archivos de la ciudad, sus masivas puertas de hierro forjado se abren un momento y un hombre con bigote y gorra aparece en su umbral. Entrecerrando los ojos, mira hacia el lente de mi cámara, pero no llego a capturar la imagen, las puertas se están cerrando.
* En ruso en el original [N. del T.]
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