Clases de escritura para los sordos y ciegos (fragmento)
de la traducción al inglés que hizo David Shook de una novela todavía no escrita por Mario Bellatin
traducción de Fernando Montes Vera
La madre de Josué era ciega. No desde siempre. Perdió los ojos uno por vez, empezando alrededor de los 49, contando años humanos. Para un chihuaha son siete años, lo que no es excepcionalmente inusual, aunque sí un poco temprano. El proceso comenzó con una pequeña lechosidad en el perímetro de su abultado ojo izquierdo. Ay, tiene cataratas, cacarearon los peluqueros del circuito de exposiciones, por ignorancia y falta de creatividad y curiosidad. Tenía uveítis. El oftalmólogo explicó la enfermedad en un pizarrón: hay unos triangulitos —las bombas de presión de los ojos, según explicó— que se encargan de secretar los residuos usuales de los ojos —compuestas mayoritariamente por minerales y sales—. Los residuos usuales estaban representados por cuadraditos que parecían granos de sal gruesa, quizás del Himalaya. El oftalmólogo recetó dos medicamentos: un ungüento para la hipertonicidad con 5% cloruro de sodio, para ayudar con la secreción de residuos, y flurbiprofeno, unas gotitas para los ojos que deben ser administradas día por medio, para desacelerar el proceso de mal funcionamiento de laúvea. La madre de Josué, Okie Doke, dos veces campeona de la exposición regional de Inland Empire, se había retirado a una edad temprana por culpa de la cesárea requerida para el nacimiento de Josué —con sólo un kilogramo, era muy chiquita para tenerlo naturalmente—. La operación le había dejado dos cicatrices: la primera atravesaba su bajo abdomen, y de alguna forma había hecho desaparecer uno de los pezones de la hilera izquierda, dejándole sólo siete, el número preferido de su criador —y de Dios—, a la vez que una desproporción inaceptable para una perra de exhibición. Okie Doke cargaba también con una cicatriz psicológica, que fue desapareciendo más lentamente, más carnosa, quelóidea y sospechosa. Era esa cicatriz, más que los ojos, lo que la descalificaba para la competición. Aún así, siguió siendo la favorita de su criador, su bestia más caprichosa, viviendo la mayor parte de su vida adulta encima de algún mueble: su sofá, su reposera favorita Milo Baughman, su cama. Era muy pequeña para saltar sola, él tenía que tomar su cuerpo como una pelota de rugby para niños, cruzando los dedos entre sus pezones impares.
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Una tarde, Dik Dik Tracy —bautizado en honor a las gacelas africanas miniatura que el criador solía ver en su enciclopedia pictográfica cuando niño— impregnó a Okie Doke con Josué mientras el humano dormía una siesta en el sofá. Auspiciaba la escena un programa estilo CSI como cortina de fondo del acto impulsivo del perro. El criador despertó en el momento en que el pene lápiz labial de la bestia eyaculó su penúltimo chorro de semen dentro de la inocente Okie Doke. Horrorizado, comenzó a gritar y le pegó con un diario enrollado hasta que Dik Dik se terminó acobardando bajo la mesita ratona. El criador pasó la noche delirando de culpa y Malbec, primero por haberse dormido dejando sin supervisión a dos criaturas en el pico de su celo, luego por haber castigado a Dik Dik tan severamente.
Dik Dik era demasiado grande para ser un perro de exhibición, pesando poco más de dos kilos. Aún así, en su juventud había participado en diversas exhibiciones —más por la experiencia que por la posibilidad de ganar—. Además, razonaba el criador, quizás podía trabajar de semental, con su contextura robusta y su buen linaje —su abuela, Reina Isabel, y su tátara tío, Columbus Casanova, habían sido campeones—. De alguna manera, el criador también lo consideraba un castigo por impregnar a Okie Doke: el acicalado y la limpieza meticulosa de glándulas, el barnizado de uñas, la limpieza de oídos, todo violaba el sentido de dignidad de Dik Dik, como él había violado a Okie Doke.
Ya sea por venganza o por naturaleza, no pasó mucho tiempo hasta que Dik Dik avergonzó públicamente al criador, primero por montarse a la pierna de un juez, una ocurrencia muy mal vista pero no del todo infrecuente en un perro de exhibición joven —algo que, a pesar de no descalificar técnicamente al animal, quizás resultura peor para su futuro en el circuito de exposiciones, ya que esa conducta no se olvidaba fácilmente y el pool de jurados, especialmente en áreas culturalmente carenciadas como Inland Empire, no era grande—. El criador mantuvo a Dik Dik en la competencia a pesar de la humillación, para entrenar a la adiestradora de Dik Dik, que pesaba al menos 50 veces más que el animal. De acuerdo a la adiestradora —que pasó a convertirse en uno de los pocos enemigos verdaderos del criador—, una falla en la correa había desembocado en el escape de Dik Dik del área de acicalado luego de su humillante performance. Cuando se lo devolvió al piso durante la exhibición de pomeranios, Dik Dik se montó a R.S. Poofball, cuatro veces campeón de la Asociación de Clubes Caninos Americana y habitué del circuito europeo —quizás lo más desafortunado era su sexo masculino, ya que, gracias al rápido ingenio de uno de los relatores del show, a Dik Dik se lo empezó a llamar ‘Rock Hudson’ en el circuito de perros de competencia—.
Al criador le llevó varios meses volver a ver a Dik Dik Tracy como un perro. Leyó varios artículos sobre homosexualidad en animales no humanos: un comportamiento natural en jirafas y algunas aves, aparentemente. Consultó con varios entrenadores sobre la posibilidad de sacarle lo gay, algo que casi todos desaconsejaron. Finalmente decidió castrar a Dik Dik, una decisión difícil, considerando sus planes previos de alquilar la bestia en calidad de semental, pero una solución más fácil y rápida, pensó, para domar la homosexualidad del perro. En la vejez, lamentaría su decisión como un acto de crueldad injustificada, aún más: un retorno al Medioevo y la evidencia de su rechazo a la personalidad, sin importar cuán desviada, de uno de sus perros más amados.
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Antes de contar mucho más de esta historia, debo admitir la naturaleza insólita de su relato, que merece una explicación básica. Primero, la coincidencia inusual con la sordoceguera de mi hermano. Según entiendo, yo contraje síndrome de rubéola congénita en la panza de mi madre, a las seis semanas de su primer embarazo, cuando padeció un caso particularmente purpúreo de la enfermedad en Colton, California. La retinopatía sal-y-pimienta de mi condición me permite dilucidar figuras difusas en ambientes bien iluminados; mi sordera neurosensioral es severa, pero la implantación quirúrgica de una clóquea experimental me permite identificar fonemas vocálicos, nasales, bilabiales y velares, y años de práctica de contextualización y un sistema de eliminación lexical me permitieron identificar sonidos alveolares con un 75% de eficacia. Mi hermano, con el cual comparto una madre pero cuyo padre es desconocido —al menos para mí—, ha tenido peor fortuna, habiendo nacido con síndrome de Usher I. A pesar de que sus primeros doctores esperaban que pudiera retener su visión foveal, quedó completamente ciego a los 6 años, habiendo aprendido a leer. Como soy cinco años mayor que él, mi madre ya había quedado en bancarrota dos veces por financiar mis propios tratamientos, y las limitaciones financieras prohibieron la posibilidad de descubruir si acaso un dispositivo expermental de cloqueo como el mío hubiera funcionado también para mi hermano. Quizás, el hecho de haber aprendido a leer antes de que su ceguera se manifestara completamente facilitó su aptitud al Braille, al que rápidamente dominó —llegando a componer poemas ocasionales en la lengua, que hasta el día de hoy seguimos utilizando para comunicarnos, a través de su primer Brailler de los 70s, que prefiere por nostalgia, y mi computadora, que me permite mucha mayor velocidad para las narraciones—.
Este documento, y su relato de la insólita fundación de la Academia de Artes de Escritura para los Ciegos y Sordos, es principalmente para él y ha sido tipeado originalmente en mi computadora Brailler en el curso de varios meses, luego de años de investigación. He viajado a través del país buscando fuentes relevantes, sin importar cuán inconsecuentes parecieran, y he entrevistado infinidad de personas, desde el adiestrador de R.S. Poofball en la mañana del fatídico incidente, quien todavía vive cerca de Downey, California, hasta la heredera sobreviviente de la poetisa compañera del criador, que ahora reside en la Costa Este. He decidido dar a conocer este documento en su forma actual con la esperanza de que pueda interesar al público en general, tanto como documento histórico y como un estudio de caso inspirador sobre la realización de sueños improbables por actores aún más improbables. La versión en Braille de este relato está disponible sin costo alguno en la Academia de Artes de Escritura para los Sordos y Ciegos, así también como varios servicios y recursos que se pueden solicitar por correo.
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Una tarde, sentado en la sala de espera del osteópata canino mientras Okie Dokie atravesaba su ajuste semanal, el criador leyó un artículo sobre un químico ciego. Quedó fascinado. Las resonancias magnéticas mostraron que el cerebro de Okie Doke, a pesar de ser apenas más grande que una nuez con cáscara, la colocaban en el 20 por ciento superior por su bajo peso corporal, y el artículo le hizo preguntarse si, como el químico ciego, su visión degradada había afinado sus otros sentidos. El químico ciego había aprendido a identificar oscilaciones de entre tres y cinco grados en la temperatura de la llama de un mechero Bunsen a través del sonido emitido por la combustión de butano. El criador se excusó al baño de la oficina, donde discretamente destrozó las uniones de la revista para arrancar el artículo de tres páginas, antes de tirar la revista en el cesto de basura montado en la pared y cubrir sus restos con varias toallas de papel. Su cabeza daba vueltas.
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Diez correos sobre la traducción de la obra aún no escrita Lecciones de Escritura para Ciegos y Sordas, con los personajes mencionados explicados por el traductor
Mario Bellatin y David Shook
Nuevo Proyecto de Traducción 10 messages |
David Shook |
Sat, Mar 2, 2013 at 7:24 PM |
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To: Mario Bellatin | ||
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Mario Bellatin |
Sat, Mar 2, 2013 at 7:54 PM |
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To: David Shook | ||
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David Shook |
Sun, Mar 3, 2013 at 4:27 PM |
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To: Mario Bellatin | ||
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Mario Bellatin |
Sun, Mar 3, 2013 at 6:50 PM |
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To: David Shook | ||
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David Shook |
Sun, Mar 3, 2013 at 6:53 PM |
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To: Mario Bellatin | ||
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David Shook |
Tue, Mar 5, 2013 at 2:51 PM |
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To: Mario Bellatin | ||
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Mario Bellatin |
Tue, Mar 5, 2013 at 6:32 PM |
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To: David Shook | ||
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David Shook |
Tue, Mar 5, 2013 at 9:49 PM |
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To: Mario Bellatin | ||
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Mario Bellatin |
Wed, Mar 6, 2013 at 8:01 AM |
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To: David Shook | ||
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David Shook |
Wed, Mar 6, 2013 at 9:04 AM |
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To: Mario Bellatin | ||
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[1] Los dos perros actuales de Mario. Pérez es un pastor australiano y Golda una galga española, a.k.a. Lady Galga.
[2] La escritora Syd Shook, mi esposa y nuestra colaboradora en la película BARÚ.
[3] Okie Doke es mi Chihuahua de once años. Pesa un kilo.
[4] Von Kempelen es más reconocido por su invención El Turco Ajedrecista. Cuando el truco fue revelado se supo que dentro del casco de la máquina había escondido a un Turco de verdad.
[5] Otro personaje interesante: el primer papa francés, supuestamente había aprendido la magia de los musulmanes en España. Otros especulaban que había llegado al oficio del papa por medio de un trato con el diablo. Cuando se murió en 1003 en Santa Cruz de Jerusalén, a sus cardenales les pidió desmembrar su cuerpo y esparcir los trozos por la ciudad. Los deseos de los muertos son deseos vacíos: no lo hicieron.
[6] Frankétienne es el autor de la primera novela haitiana escrita en el criollo haitiano, Dezafi, en 1975. Ahora tiene 76 años de edad.
[7] Ben Rodkin es el director de nuestra película BARÚ. También es el esposo gringo de Mario, no tanto por el amor como por los descuentos ofrecidos a las parejas en los parques de perros.
[8] En Colton, California se cuenta la leyenda de los dos podencos ibicencos que viven solos en un palacio enorme, apoyados por la herencia que les dejó su dueño, que fue asesinado de manera tan horrorífica que todavía nadie ha podido contarlo.
[9] Alejandro es un fotógrafo misterioso que vive entre DF y Roma. En la mesilla de su sala tiene un cerebro humano de los 1950s, encontrado en un manicomio abandonado.
[10] La Gorda es la criadora de podencos en Colton que nos contó la leyenda ya mencionada. Su crasitud resulta de la culpa que siente por siempre estar juzgando a sus dos mejores amigos: una pareja de hombres que también son criadores de podencos. Los dos nos contaron algunas cosas que ella, muy homofóbica, había dicho sobre sus supuestos amigos.
[11] La Modelo Hepburn es una mujer muy misteriosa. Es dueña de varios Salukis, el perro preferido de Mohammed y de Mario, y a Mario le ha prometido el regalo de un perro.
[12] El escritor japonés Shiki Nagaoka ha sido identificado como una de las influencias más grandes de Mario. Yo he traducido su biografía Shiki Nagaoka: Una Naríz de Ficción al inglés.
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Image: Ben Rodkin, from the filming of BARÚ
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