Sueño de un poeta americano: entrevista a David Shook
Pola Oloixarac
traducción de las respuestas de Shook por Milton Läufer
Un joven profesor de literatura de Los Angeles recolecta dinero y poemas en Internet para realizar su sueño de poeta americano: sobrevolar el territorio y dejar caer poemas como bombas. Piensa que, a la luz de la historia reciente de Estados Unidos, surcar los aires con su propio drone es la mejor manera de proteger la poesía: todo puede venirse abajo, la NASA puede cerrar y los empleados del Estado caer víctimas del shutdown: pero el programa militar permanece, los drones mantienen activas sus operaciones secretas. Vuelta ella misma parte de estos vehículos no tripulados, la poesía no claudica, reflexiona David, retorciendo sus largos bigotes connoisseur.
Hijo de pastores de la Texas profunda, David Shook creció con fe en la palabra hablada. Estudió las sintaxis perdida de lenguas en peligro de extinción como el kiowa y nahuatl, y traduce del zapoteco del istmo y del zoque, lengua de Chiapas. No logró juntar el dinero que buscaba en internet (unos 10 mil dólares) pero no lo detiene: el canto de los drones ha atraído a inversores privados, y en un mes y medio confía en sobrevolar Los Angeles con sus poemas.
Con sus drones, David Shook ingresa en la prosapia de las águilas guerreras del continente. Sus inspiraciones cuentan al chileno Raúl Zurita, que dibujaba sus poemas en el aire (prótesis precursora de Carlos Wieder, el poeta-piloto feroz de Bolaño), el colectivo CasaGrande, que hizo llover poemas sobre Londres, y el ruso futurista Vasily Kamensky, al que Shook tradujo del cilírico y parece una especie de Kanye West de los 1930, donde los senos son terremotos y la vida es resurrección. El canon (los cañones poéticos) de David van del inglés al pashto, siraiki, somalí y urdu, con autores como Todd Swift, Sam Hamill, Mandy Kahn, Danielle Moody y Víctor Terán. Espera poder publicar los poemas de Gaariye, el bardo máximo de Somalía, que cantó sobre armas nucleares en 1970 y cuya voz grabada es objeto de contrabando; al poeta sudanés Al-Saddiq Al-Raddi, exiliado político en Londres, a Said Salah, Caasha Lul Mohamud Yusef, Rifat Abbas y Noshi Gillani, la gran poeta del urdu.
Se los imagina cruzando el aire despacio, insectos geométricos, a unos 20 o 30 metros de altura, abriendo la barriga metálica, lanzando su carga preciosa. El viento es un tema pero publicar poesía es siempre lanzar pedazos de papel al aire a demasiados metros de altura, sin importar los céfiros.
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Pola Oloixarac: Obama está tratando de convencer al Congreso y al G20 de bombardear Siria. ¿A quiénes tenés que convencer vos para tirar drones de poesía?
David Shook: Las personas que debo convencer con más urgencia son mis potenciales financiadores y todavía estoy trabajando en eso. También me gustaría convencer a mis colegas poetas que la Poesía drone es más que un truco, un “mírenme”, un modo de llamar la atención. Para mí es más que simplemente una distribución novedosa de los poemas. Se trata del simbolismo de la transformación: la conversión física de una espada en reja de arar. Ese carácter físico es crucial para el proyecto. Tan importante como los poemas mismos.
¿Qué hay detrás de superponer el género literario mas extendido de USA, que es la guerra, con la poesía que es el más marginal? ¿Qué implica hacer de la poesía una experiencia geopolítica?
Me gusta la concepción de la guerra como un género literario. Ciertamente, ha sido central para nuestro generador de mitos nacional. La poesía es un subgénero del discurso, del lenguaje —es nuestra forma de comunicación menos práctica, y como ciudadano de una nación que suele ser demasiado impaciente o demasiado orgullosa para la diplomacia, la poesía es una alternativa a la agresión política tanto retórica como física.
Creo que es importante recordar que toda poesía es política y eso es porque todo lenguaje es político. No me refiero a los Demócratas vs. Republicanos ni a partidos o principios políticos —creo que ese tipo de cosas usualmente resulta en algún tipo de bella poesía sin interés. El lenguaje es político porque es cómo nos relacionamos con otras personas —y creo que ésa es la cosa más importante, que nos relacionamos con otras personas, personas que similares y distintas a nosotros.
Los guerra moderna se ha esforzado para propiciar la deshumanización de nuestros enemigos —para eliminar el supuesto salvajismo del combate mano a mano, de ver a nuestros enemigos de cerca, de estar obligados a reconocer su humanidad. Reconocer que son personas. Pero los drones son un ejemplo perfecto de salvajismo bien real de la guerra contemporánea —del griego “barbaros” o extranjero. Nos distanciamos a nosotros mismo del asesinato; dado que en teoría estamos justificados a hacerlo, no debemos padecer las complicaciones éticas de llevar a cabo el acto físico. Creo que esta conversación es un tópico que vale la pena para nuestra poesía.
¿Pensás que los que bombardeen leerán tus poemas?
¿Los muchachos haciendo los bombardeos? ¿Los chicos adolescentes o de veintipico que con un joystick vuelan los Predators desde su bunkers en Texas/Florida/Nevada? Probablemente no. Me gustaría que lo hicieran, por supuesto. Me gustaría que escribieran unos poemas para arrojarlos desde el drone. ¿Cuán genial sería arrojar unos poemas sobre una base militar? Aunque no sé si estoy listo para Guantánamo.
Es tan interesante la guerra como horizonte; vivimos ahí todo el tiempo, eso me encanta de tus drones: el estado de la poesía está ahí, porque la guerra es la realidad del caso (el “caso” en el sentido del Tractatus de Wittgenstein). ¿Cómo ves vos este caso, esta guerra distinta de Irak y de Afganistán?
Los Estados Unidos han estado en guerra toda mi vida adulta, mi vida entera como poeta. Es difícil para mí saber por propia experiencia cuánto esto es diferente respecto de otros en el pasado, pero sospecho que nuestro desplazamiento [psicológico] de la guerra ha alcanzado nuevos niveles. La guerra sucede en el trasfondo, como una ventana abierta en tu computadora que está enterrada bajo miles de documentos de Word y solapas de Chrome. El norteamericano promedio no se ve afectado por las guerras en Afganistán e Irak, al menos no en términos de su vida diaria. Esto es de algún menos cierto para aquellos en los estratos de menos ingresos y más cierto para aquellos en los estratos superiores. Este desplazamiento de la guerra es deshumanizador respecto de aquellos que sufren sus efectos. La guerra es deshumanizadora y punto, pero hemos desarrollado un efectivo método sin precedentes de deshumanizar los objetos de nuestras, en teoría, “meras” guerras. Pero aquí está el punto: no podés deshumanizar a otros sin deshumanizarte a vos mismo. Los drones son una manifestación física de esta idea, un emblema de nuestros tiempos.
Afganistán e Irak están, convenientemente, justo más allá del horizonte visible. No conozco unos Estados Unidos en paz. No sé si eso existe. Quizás sea cierto de cualquier estado político, algo inherente a la naturaleza de los sistemas, pero como artista y poeta quiero ser uno de aquellos —y acá tomo prestado de la fantástica revista sudafricana /Chimurenga/—en la que “el que no saber vaya a saber”.
¿Las condiciones de producción de la poesía se acercan más y más a las condiciones de la guerra?
No. Distribuimos $91.5 miles de millones para la guerra en Afganistán este año y apenas debajo de $5 mil millones para drones, lo cual es un poquito más de lo que hemos invertido en poesía.
Yo produzco la mayoría de la mía en cama con mi MacBook Air, en mi estudio de Los Angeles, con un pequeño chihuahua en mi estómago y un ventilador en mi cara, o en el bus, en mi iPhone. A pesar de que esto cada vez más se parezca a los soldados de nuestro lado de los drones, no creo que podamos comparar mi experiencia escribiendo poemas con la experiencia de la guerra. Soy inmensamente privilegiado y creo que afirmar lo contrario sería ofensivo. Sí aspiro a hacer más que simplemente documentar la vida interior del privilegiado, pero creo que la habilidad de hacerlo es una función de mi propio privilegio. Quizás las condiciones bajo las cuales una mujer Twa compone un poema oral, alguien como Raúl Rivero escribe poemas en prisión o la velada crítica política del estado policial de Recaredo Silebo Boturu se acerquen a las condiciones depravadas de la guerra, pero no las condiciones en las que yo escribo.
¿La poesía vuelve a estar en guerra contra los modos comunes de existencia? ¿Es un desafío que debe comprenderse?
No estoy convencido de que los modos comunes de existencia sean tan comunes en sí mismos. ¿Comunes para quién?
La poesía es inmensa, así que hablaré sólo por mí mismo: mis poemas buscan explorar y subvertir modos comunes de lenguaje o comunicación. Esto suena muy serio, y lo es, pero no a expensas del placer. Como dijo Biko: “escribo lo que me gusta”.
No soy tremendamente agudo en estos tipos de abstracción —ellos a menudo conducen a nociones muy románticas y burguesas acerca de escribir. Se siente dramático decir que la poesía está en guerra contra algo. Si lo está, está haciendo un trabajo bastante malo. ¿Has visto los soldados? La mayoría de los poetas no pueden nadar; sus pies se ampollan fácilmente; son agresivos, se emborrachan en el trabajo y tienden a la deserción. Este es nuestro encanto, pero los drones no sucumben frente a él.
Si Hollande sigue apoyando la propuesta de Obama de bombardear, ¿vas a incluir poemas en francés?
¡Me encantaría incluir poemas en francés! De momento, tengo poemas en árabe, inglés, pastún, somalí y zapoteco, pero me encantaría incluir todos los lenguajes que pueda. En mi sitio web es posible hacer presentaciones.
En La decima vittima de Elio Petri, Ursula Andress persigue a Marcello Mastroianni para matarlo. Al final se casan, y de la pistola salen flores. Si pensamos que en lugar de bombas de los drones salen poemas, ¿tu proyecto no termina por estetizar la guerra? En este contexto del bombardeo propuesto por USA, ¿puede ser que el proyecto despolitice la guerra en Siria, y que por tanto sea un revés a las ideas de Benjamin?
No sé si he contribuido a una estética de la guerra, aunque sí aprecio arte que creo que lo ha hecho, como la reapropiación visual de los drones de Mahwish Chishty y la recontextualización de los ejercicios de guerra hecho por Yoshua Okón (Octopus).
La Poesía Drone es un intento de estetizar el compromiso político, de estetizar la protesta. Ofrece una alternativa simbólica a la declaración de dominación económica y política que lleva a cabo mi cultura, de modo imperialista. Eso es lo que deseo.
Al mismo tiempo, la poesía drone es más que un simple ejercicio en estética, en la estetización de la protesta o un experimento en la distribución de poesía. Esta es la importancia de su carácter físico. Como los instrumentos y palas de Pedro Reyes. Reyes es una inspiración; me encantaría conocerlo.
La PoDro [Poesía Drone] le da un nuevo propósito a un objeto físico creado para matar personas desde la seguridad y comodidad de una instalación militar a 12 mil kilómetros de distancia.
Hay algunas diferencias prácticas obvias —no tengo los millones que harían falta para controlar un drone desde tan lejos, pero el modelo que estoy deseando adquirir, que es usualmente usado para fotografía aérea, puede ser controlado desde un kilómetro y medio de distancia. Los poemas que los drones distribuyen sí provienen desde muy lejos —desde Paquistán, Somalía, Afganistán— y desde lugares más cercanos.
He bromeado acerca de que, a lo sumo, la poesía drone puede matar a niños de aburrimiento, pero honestamente no creo que sea así. Los poemas que he compilado hasta ahora son geniales y la aparición física del drone —una máquina en apariencia autónoma que zumba mientras sobrevuela la zona— hará un despliegue visual impresionante y, espero, un poco aterrorizante.
Creo que la estetización de la política de Benjamin se aplica más ampliamente al imperio, y no sólo a los regímenes fascistas, y por lo tanto describe a los Estados Unidos actuales. Así que sí, la Poesía Drone puede politizar la estética, pero tengo dudas sobre decir que lo hace en el modo heroico y curativo que Benjamin prefiguraba. Sí creo que es hay una relación inherente entre estética y política, pero no soy un académico y no he dado todavía con su naturaleza exacta —¿quizás vos, Pola, puedas ayudarme a elaborar algunas teorías salvajes?
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Imagen: Rosario Zorraquin, “Guerra” (2013), cortesía de miau miau
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David Shook creció en Ciudad de México antes de dedicarse a estudiar lenguas en peligro de extinción en Oklahoma y poesía en Oxford. Su colección de poemas Our Obsidian Tongues, preseleccionada para el premio Dylan Thomas 2013, fue editado por Eyewear Publishing. Fue traductor residente del Poetry Parnassus en Londres, donde estrenó su documental Kilometer Zero, filmado a escondidas con la presencia del poeta de Guinea Ecuatorial Marcelo Ensema Nsang. Sus traducciones incluyen Shiki Nagaoka de Mario Bellatin, Manifiesto atropofágo de Oswald de Andrade, y el manifiesto de Roberto Bolaño Déjenlo todo, nuevamente. Vive en Los Angeles, donde edita molossus y Phoneme Media. (Foto: Crispin Hughes)
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